Daniel nació en Madrid en 1973. Es ingeniero de telecomunicación, controlador aéreo, panadero y pastelero. Lleva 24 años viviendo en Canarias y tiene 4 hijas. Pero, como dice él, «en realidad todo eso da igual, porque nada de eso lo soy ni lo tengo, y además todo eso se desvela en su obra. Lo que al final importa es que eso no es lo que somos, sino las etiquetas con las que nos identificamos. Lo que somos es más esencial».
Hoy se habla mucho de despertar espiritual. Mucha gente inconformista se está moviendo hacia una vida más conectada con uno mismo y con lo trascendente.
Daniel Rodríguez Molowny nos explica en este increíble libro su propio «despertar» desde una vida «normal» a la que, como a tantos otros, le llegó su momento de crisis personal, todo un proceso de descubrimiento de que hay algo más allá mucho más grande que nosotros en un mundo invisible.
Este es un libro maravilloso, lleno de sabiduría. Paso a paso, el protagonista va avanzando a través de experiencias, muchas de ellas dolorosas, pues la búsqueda de uno mismo nunca es un camino fácil, con numerosas personas. De todas ellas aprenderá algo y se le irá iluminando el camino. A su evolución también contribuirán muchos libros, vídeos y talleres, que constituyen un elenco de referencias fundamentales para el buscador.
Daniel habla desde una sinceridad que apabulla sin esconderse nada, para, capa a capa, como una cebolla, ir desprendiéndose de todo lo que le estorba y llegar al encuentro consigo mismo, con su alma y con una gran recompensa final, pues «el que busca encuentra».
Daniel Rodríguez Molowny narra en su libro un profundo viaje de autodescubrimiento y transformación espiritual. A lo largo de sus páginas, explora su vida desde una perspectiva introspectiva y filosófica, abordando tanto sus experiencias personales como sus descubrimientos sobre la naturaleza de la realidad.
Desde joven, Daniel siguió el camino convencional de la vida: estudios, trabajo, éxito material y reconocimiento social. Sin embargo, alcanzado todo aquello que se supone que debía hacerle feliz, se encontraba vacío. Experimentó una profunda crisis existencial en la que perdió el interés por las cosas que solían motivarlo. Esta sensación de vacío lo llevó a cuestionarse el propósito de la vida y lo impulsó a buscar respuestas más allá de lo material
Su transformación comenzó con experiencias místicas y sincronicidades que le hicieron replantearse la realidad. Fue en este proceso donde Daniel sintió que “renacía”, experimentando lo que describe como un estado de conexión con la Vida en su totalidad. Descubrió que la felicidad no se encontraba en lo externo, sino en la aceptación de lo que es. También experimentó una percepción ampliada del mundo, viendo conexiones entre eventos y personas que antes no percibía
A medida que avanzaba en su camino, Daniel se sumergió en diversas enseñanzas espirituales, desde el budismo hasta la cosmología andina y la metafísica. Estudió conceptos como la “mátrix” de la realidad, la sanación, la meditación y la interconexión de todas las cosas. Experimentó con estados de conciencia elevados y profundizó en la idea de que el “Yo” es solo una construcción de la mente
Las relaciones en su vida desempeñaron un papel fundamental en su crecimiento. Su conexión con amigos, parejas e incluso su hija le sirvieron como espejos para comprenderse mejor. En su viaje, conoció personas clave que lo ayudaron a integrar sus aprendizajes y a compartir su visión con otros. En especial, su relación con su hija Laura tuvo un impacto profundo, pues le permitió ver la vida desde la inocencia y la autenticidad de un niño
En un momento de su despertar, Daniel se encontró con la idea de que su misión en la vida era “descodificar la mátrix” para ayudar a otros a salir de ella. A través de sus experiencias, se dio cuenta de que la realidad que percibimos está influenciada por nuestras creencias y que es posible trascender la ilusión del “Yo” para vivir desde un estado de libertad plena
Su evolución lo llevó a adoptar una actitud de entrega total a la Vida, confiando en que todo ocurre por un propósito mayor. Aprendió a fluir con los acontecimientos sin resistirse, aceptando cada experiencia como una enseñanza. Su viaje culmina con una sensación de gratitud y plenitud, comprendiendo que la verdadera paz no está en cambiar el mundo, sino en cambiar la percepción de uno mismo