"Más que otro arte, la equitación está en unión íntima con el arte de vivir. Muchos de sus principios pueden, en todo tiempo, servir de reglas de conducta."
(Alois Podhajsky, La Equitación)
Hubo épocas en la que los caballos formaban parte de nuestras vidas. Las personas necesitábamos de los caballos para desplazarnos, para trabajar el campo, para transportar nuestras cosas y para la guerra. En aquellos tiempos mucha gente, nobles y plebeyos, sabía de caballos ya que eran un elemento esencial de la vida y del estatus social.
En la historia, algunas personas respetaron profundamente a este noble animal. Lo caballeros medievales, por ejemplo, fueron grandes conocedores de su conducta gracias a lo cual los manejaban con maestría y confianza en sus hazañas. Otras personas simplemente aprovecharon las ventajas que el caballo les proporcionaba pero carecieron de la sensibilidad o de la instrucción necesarias para apreciar todas las virtudes y cualidades interiores del mismo.
Anna Sewel, una escritora británica novel del sigo XIX, escribió la novela Belleza Negra en la que, desde su gran conocimiento y amor hacia estos animales, describió la azarosa vida de un hermoso ejemplar.
Es un relato costumbrista y ameno, que se ha leído todos estos años como novela juvenil, pero que contiene una valiosa información acerca de la vida de estos extraordinarios seres. El relato está escrito con enorme inteligencia, como una maravillosa interpretación de los acontecimientos desde la óptica del animal. Un punto de vista fascinante que amplía nuestras perspectivas y nos ayuda a comprender mejor a un testigo silencioso que ha acompañado fielmente al hombre en la historia desde el origen.
Hoy los caballos constituyen el lujo de una minoría que disfruta de un deporte emocionante o simplemente de su cría y de la observación de su espléndida belleza. Afortunadamente, el aumento de la educación ha redundado en un mejor conocimiento de este animal y en el incremento de la inquietud por conocerlo de verdad. Se están revisando muchas de las tradicionales formas de doma basadas en el castigo y el miedo y se están sustituyendo por nuevos métodos basados en el respeto y la confianza.
Jinetes consumados de otros tiempos entendieron de qué trata este asunto. Von Oeyhausen lo expresaba así: "El jinete no puede dominar al caballo, si no se domina a si mismo."
Un fascinante camino hacia el autoconocimiento a través de la mejor comprensión de este ser mágico que percibe nuestras emociones y reconoce nuestro estado de ánimo muchas veces mejor que nosotros mismos.
Un camino que tiene recompensa. Decía el barón de Münchausen: “Y mientras cabalgaba, mi corazón resonaba en los pasos sobre el prado húmedo; resonaba en el resoplar y el tascar del freno de mi caballo tordo, y una dicha inefable iluminó mi corazón, y supe que si dejaba ahora este mundo, caería en el paraíso"
Yo, qué queréis que os diga, cuando estoy con un caballo me reconcilio con la vida y me lleno de agradecimiento.