10 de Julio de 2024 | www.glocalthinking.com/
Fruto de mi reciente libro “Entrevista a Stalin” (Kolima, 2024), expongo algunas reflexiones sobre la relevancia del lenguaje para el ejercicio del poder.
Líder es aquella persona que llega a un grupo lo convierte en equipo y lo traslada a un lugar mejor de aquel en el que estaba cuando ella llegó. Manipuladora es la persona que llega a un grupo humano, enfrenta a unos contra otros y los traslada a un lugar peor de aquel en el que estaba cuando ella llegó.
Entre otras trapacerías, los manipuladores tergiversan el lenguaje. Su objetivo es la sumisión del individuo, que pasa a ser una pieza de un engranaje al servicio del déspota. Ante las contradicciones entre lo real y lo impuesto, surge una neolengua. Roger Scruton detectó esa aviesa maniobra en los discípulos de Marx, porque «comprendieron desde el principio que controlar el lenguaje es controlar el pensamiento».
La sustitución por la verdad oficial puede analizarse tanto en las purgas nazis como en las estalinistas, donde los condenados iban desapareciendo hasta de las fotografías, como si jamás hubieran existido. En quienes padecen sistemas totalitarios, independientemente del color ideológico, se genera una esquizofrenia, una radical división entre lo que se piensa para dentro y lo que se expresa, pues va la existencia en ello. Así se explica el éxito de los autócratas. Como detallé hace lustros, en vez de aplicar la Dirección por objetivos o por hábitos, implantan la Dirección por temor. ¡Qué bien lo explicó Armando Valladares en “Contra toda esperanza”!
En el caso del leninismo, los conceptos quedan impregnados por una utilidad concreta. El realismo socialista es un paradigma de neolengua. Implicó una plasmación de las ideas de Vladimir Illich Ulianov, cuya meta fue, entre otras, disciplinar a los escritores. Así lo dictaminó:
“Sólo la literatura soviética, sangre de la sangre y carne de la carne de nuestra construcción socialista podía convertirse y en verdad se ha convertido en una literatura tan vanguardista, tan ideológica, tan revolucionaria (…). La veracidad y la concreción histórica de la representación artística deben combinarse con el deber ideológico de reformar y educar a los trabajadores en el espíritu del socialismo (…). Nuestro partido siempre ha sido fuerte por el hecho de haber unido y continuar uniendo una particular eficiencia y practicidad con las más amplias perspectivas, con un constante impulso hacia delante, con la lucha por la construcción de la sociedad comunista. La literatura soviética debe saber mostrar a nuestros héroes, debe saber mirar hacia nuestro mañana”.
A la hora de articular la propaganda hacia la eliminación del contrario, se idealizó al campesino bueno frente al malo: el kulak. Y a los presuntos protervos se les confinó en los gulags siberianos. Se trató de dotar de verosimilitud, de apariencia de veracidad, a aquello que se contaba, aunque fuesen palmarias falacias. Tal como Orwell explica en “Rebelión en la granja”: “el vocabulario estaba construido de tal modo que diera la expresión exacta y a menudo de un modo muy sutil a cada significado que un miembro del Partido quisiera expresar, excluyendo todos los demás sentidos”.
Viktor Kemplerer ofrece, en paralelo, sobrados ejemplos en la “Lengua del III Reich”. Pormenorizó: “el nazismo se introducía más bien en la carne y en la sangre de las masas a través de palabras aisladas, de expresiones, de formas sintácticas que imponía repitiéndolas millones de veces y que eran adoptadas de forma mecánica e inconsciente”.
Kemplerer dio cuenta del afán hitleriano por emplear términos presuntamente científicos para normalizar lo inhumano. En 1933, la Ley para la prevención de la descendencia de las personas con enfermedades hereditarias fue una inicua ironía para una eugenesia encaminada a eliminar a individuos con discapacidades mentales.
En lo que Steve Pinker denominó la rueda del eufemismo, se desvela que la subida de impuestos puede ser camuflada en la expresión ‘una necesaria compensación de la estructura impositiva’, los vientres de alquiler son gestación subrogada, el aborto muta en interrupción del embarazo o un referéndum es una consulta a la legítima voz del pueblo. El lenguaje enmascara tras fórmulas con apariencia vagamente irrefutable la realidad, para no denominar a las cosas por su nombre.
Manejar el lenguaje no es inocuo. Quienes carecen de ética y, por tanto, no son líderes sino corruptores convierten las palabras en algo ignominioso. Sucede en el ámbito público y en el privado. Por si fuera poco, quienes más falsean más acusan a los demás de hacerlo.