Yo mismo fui víctima de esta situación. De hecho ha sido una de las razones por la que dejé mi trabajo corporativo. Sin darme cuenta, poco a poco, me fue apagando y dejé de proponer ideas. Entregue mi capacidad creativa para convertirme en un ejecutor sin pensamiento crítico. Pasados unos meses de dejar mi trabajo, recobré el soñar, la creación de ideas, la energía vital algo que claramente había perdido en el camino.
Mi trabajo actual me ha confirmado que no era un bicho raro. He podido constatar que es un patrón que es está repitiendo en muchas corporaciones. Parece que hemos normalizado que únicamente los miembros del Comité de Dirección tienen ideas. Los demás no creamos… Tanto, que ya ni nos sorprende entrar en una sala llena de personas inteligentes, formadas y con experiencia, donde nadie se atreve a decir algo diferente. Donde todo lo creativo se vuelve sospechoso. Donde hay miedo a ser el primero en poner un huevo.
Sí, has leído bien.
En mi tierra —soy flamenco, de Flandes— tenemos una expresión: “Een ei leggen”, que significa literalmente “poner un huevo”. Se usa para hablar de creatividad. Una mente creativa necesita poner huevos de vez en cuando, aunque no todos sean de oro.
Y te lo digo con conocimiento de causa: en casa tenemos gallinas. Las observo cada día. Si no les das espacio, si las encierras, si no pueden moverse con libertad… dejan de poner. Se apagan.
Y lo mismo veo en muchas personas dentro de las organizaciones. Personas que podrían brillar, crear, cuestionar, aportar, pero están encerradas en estructuras, jerarquías, reuniones infinitas y normas no escritas sobre lo que “se puede” y lo que “mejor callarse”.
No son gallinas. Pero tampoco están libres. Son, como yo los llamo, zombis corporativos: funcionales, operativos… pero sin alma. Sin impulso. Sin creatividad. Impactando en los resultados de las empresas. Y aquí me hago la pregunta: ¿Cómo de sostenible es esta situación? ¿Cuál es la relación entre la falta de creatividad y el bottom line?
¿Conoces esa imagen de los tres monos sabios? Uno no ve. Otro no oye. Otro no dice nada. Pues así están muchas personas en la empresa:
Y si no ves, no escuchas y no hablas… ¿cómo vas a crear? ¿Cómo vas a liderar?
Según un estudio de Randstad, el absentismo en España no para de crecer. En 2024, más de 1,4 millones de personas faltaban a su trabajo cada día. Pero eso es solo la punta del iceberg.
Hay otro absentismo más difícil de ver: el de quienes sí están, pero no están.
Van. Cumplen. Responden correos. Asisten a reuniones. Pero no están presentes.
No hay energía, ni ilusión, ni pensamiento creativo. Solo una especie de resignación educada.
Y eso también es absentismo. Cultural. Emocional. Relacional.
Una fuga silenciosa de sentido y compromiso que no se ve en los informes, pero se siente en el ambiente. Y si… afecta a la cuenta de resultados, mucho.
Desde la pandemia, el contexto se ha vuelto más rápido, más incierto, más confuso. Guerra, inflación, cambio climático, IA, apagones, despidos silenciosos… y todo esto atravesado por una hiper-conexión constante que apenas nos deja espacio para respirar.
La gente no solo está estresada. Está agotada de no entender nada. De sentir que lo que sabían ya no sirve. De vivir una transformación permanente sin tiempo para digerirla. De recibir inputs contradictorios a diario. De no saber qué carta quedarse. Y en medio de ese ruido, pedir a alguien que “sea creativo” suena casi cruel.
Igual estarás pensando: “Pero ahora tenemos la IA, ChatGPT puede salvarnos de nuestra crisis de creatividad”. Siento estar en desacuerdo con esta teoría. Creo que la IA nos puede ayudar con nuestras rutinas diarias, haciéndolas más fácil, más eficientes. Ahora bien, creo que la IA también puede estar afectando nuestro pensamiento crítico y en lugar de salvar la creatividad, más bien lo está matando.
Uno de los síntomas más extendidos —aunque nadie lo diga así— es la fantasía del descanso redentor. La idea de que “cuando lleguen las vacaciones” todo mejorará. Y sí, ayudan. Pero no curan.
Porque el problema no es solo el cansancio. Es el tipo de vida laboral que llevamos. Es el circuito en bucle. El día de la marmota corporativo.
En verano desconectamos, y a los tres días de volver ya estamos otra vez en piloto automático. Con la agenda llena de reuniones por Teams. Sin haber digerido nada. Sin haber transformado nada.
Y si nada cambia por dentro, lo de fuera no tiene por qué mejorar.
Y no solo les pasa a los equipos. Muchos líderes —quizás tú mismo— también sienten que su propia chispa creativa está apagada. Que el trabajo ha perdido color. Que ya no hay margen para probar algo distinto.
Y claro, ¿cómo van a admitirlo?
Se espera de ellos que inspiren, que sepan, que tiren del carro. Pero ¿qué pasa cuando ese líder se siente seco por dentro? No se nota al principio. Pero se filtra en los equipos. En las conversaciones. En las decisiones. En la energía.
Hace poco, un cliente me dijo algo que se me quedó grabado:
Lo comparto. Es tristísimo. Y más común de lo que parece.
Te habrás dado cuenta ya: No hay receta mágica… Eso sí, en las líneas que siguen, te propongo caminos que puedes explorar. Anímate y déjate sorprender.
No creo en soluciones enlatadas. Pero sí en intervenir desde tres planos que se alimentan entre sí:
Trabajar la seguridad psicológica. Crear entornos donde se pueda hablar sin miedo a ser juzgado. Donde se pueda decir “no lo sé” sin que eso reste. Donde se pueda disentir sin quedar marcado.
Esto no se arregla con una charla TED, ni con un mural de valores en la entrada.
Se construye con pequeños actos de coraje cotidiano. Gestos que digan: “Aquí puedes ser tú, incluso si eso incomoda un poco.” Aunque por otro lado suelo decir: No es lo mismo el pensamiento crítico que dar por saco…
Diseñar experiencias que desbloqueen al grupo. Actividades que llamo team boosters, no para hacer “team building” superficial, sino para reconectar con la parte humana del equipo.
Recuperar la risa, la tensión creativa, el permiso para pensar raro y hablar claro.
Un equipo no empieza a crear cuando se le dice “ahora vamos a innovar”. Empieza a crear cuando alguien rompe el hielo y otro se atreve a seguirle.
Si no tienes tiempo para un teambooster, puedes impulsar la creatividad del equipo, ampliando el permiso de tomar decisiones y de equivocarse. Es fácil ajustar el proceso, el reto es el cambio de tu mindset: del control a la confianza.
Aquí empieza todo. Si tú, como líder, no estás conectado con tu propia voz, tu rareza, tu impulso vital… difícilmente lo vas a permitir en los demás.
He acompañado a muchos líderes en procesos de coaching donde me han dicho:
“Tengo ideas pero… para que…”
“Siento que ya no soy yo…algo he perdido en el camino”
“Lo que hago, lo hago bien, pero no me mueve.”
La buena noticia es que no están rotos. Solo están desconectados. Lo que necesitan no es un nuevo método, sino un reencuentro consigo mismos. Un espacio para volver a conectar con el coraje, espacios donde puedan volver a poner huevos, aunque al principio salgan torcidos.
Con uno mismo. Y con el equipo. Conversar para actuar.
Conversaciones que no caben en un formulario. Que no empiezan con “¿Cómo estás?” sino con “¿Qué estamos evitando?”. La creatividad no se resuelve con más procesos; más bien con conversaciones que no buscan un resultado inmediato, sino una verdad que respire.
La creatividad no está muerta. Solo está dormida. Y tiene hambre.
Si esto que has leído te remueve un poco —o mucho—, ya sabes por dónde empezar. Esto son ejemplo de trabajos típicos que realizo con mis clientes. Consulta mi web para más información www.configuras.com . Si buscas un acompañamiento real para resucitar la creatividad en tu organización, en tu equipo o en ti mismo, escríbeme para intercambiar ideas: jvos@configuras.com